viernes, 1 de julio de 2011

HACERNOS MAS FUERTES ANTE EL ALZHEIMER



            «Me llamo Teresa Paniagua y tengo 87 años. El recuerdo que quiero donar es la gran 'chaparrada' caída en mi pueblo el 8 de mayo de 1941. Vinieron unos soldados a limpiarse el barro a mi casa y con uno de ellos me quedé toda la vida, mi querido Francisco Gallego». La historia que da origen a la ficha que Teresa tiene asignada en el Banco de Recuerdos es mucho más extensa, tanto como toda una vida, y ella está dispuesta a contarla con 'pelos y señales' a quien quiera oírla. Y es que Teresa es una privilegiada porque, a su edad, mantiene intacta la memoria y vívidos los recuerdos, pero ¿quién está libre de que mañana no le sobrevenga la enfermedad de Alzheimer y borre todo su pasado?

            Con apenas dos meses de vida, la campaña puesta en marcha por la Fundación Reina Sofía ha superado todas las expectativas. El espacio virtual (www.bancoderecuerdos.com), ha conseguido compendiar las vivencias de más de 20.000 personas que han donado sus memorias en forma de carta, fotos o vídeos, y ha recibido ya 200.000 visitas, con alrededor de 400.000 aperturas de fichas.

Foto: Antonio Quintero


            El objetivo último de la iniciativa, que cuenta con la colaboración del Grupo Vocento, es concienciar a la población sobre la importancia de seguir investigando acerca de la enfermedad de Alzheimer; el medio: un espacio creado para guardar las memorias de gente anónima, rostros conocidos y personas en primera fase de la enfermedad.

            Teresa Paniagua es una más, aunque su caso es especial. Forma parte de la treintena de mayores de la residencia Santa Teresita de La Cistérniga, la primera de España que ha decidido sumarse a la propuesta como centro geriátrico y complementarla con otras terapias encaminadas a despertar la memoria de los mayores y a animarles a compartir con compañeros y cuidadores sus recuerdos más felices. «Conocemos la iniciativa de la residencia vallisoletana Santa Teresita y... ¡Estamos encantados!», aseguran desde la Fundación Reina Sofía.

Amarrar los tiempos felices

            «Yo estaba en el bar de mis padres, cuando él llegó con un grupo de soldados y me pidió un trapo para limpiarse las botas de barro. Me dijo que venían de Oteruelo de la Valdoncina (mi pueblo) y me juró que no volvería a aquel barrizal ni loco. Pero nos casamos el 3 de octubre de 1946 y acabamos viviendo en Oteruelo los primeros años de nuestro matrimonio. Cuando nació mi hijo mayor, Francisco reconoció que nunca pensó que pudiera ser tan feliz en ese pueblo». Más de una década tardó en llegar el segundo vástago de la pareja, «que ha sido mis pies y mis manos» y, luego, vinieron los cuatro nietos, el biznieto... Todos esos momentos felices puede que acaben engrosando también algún día los cajones virtuales del Banco de Recuerdos, porque Teresa Paniagua, que convive a diario con otros ancianos que hace tiempo que olvidaron su ayer, es consciente de que la vida juega malas pasadas y lo mejor es amarrar los recuerdos amables.

            Los directores de la residencia, Ramón y Eva Sampietro decidieron entrar a formar parte del Banco de Recuerdos a través del blog del centro, rsantateresita.blogspot.com, «como una actividad más de las muchas que desarrollamos con ellos a diario», aunque el entusiasmo de los mayores fue tal, que lo que empezó siendo un ejercicio para los válidos se ha acabado ampliando a los que ya están en las primeras fases del alzhéimer o de cualquier otra demencia senil. «A ellos les haces recordar y compartir las cosas buenas, porque ya saben que las desgracias y los fallecimientos están prohibidos, y a nosotros nos sirve para animarles, ya que en las pérdidas de memoria o decaimientos, podemos recordárselos», explican.

Foto: Antonio Quintero


            Los familiares de muchos de los internos van a saber del proyecto a través de las páginas de este periódico, aunque Ramón Sampietro tiene en cartera ampliarlo con fotos, vídeos y hasta hacer exposiciones en el centro, dentro de las posibilidades -al parecer algo escasas- que brinda la herramienta.




            «Me llamo Pilar Garrido Fraile, tengo 93 años. Mi recuerdo: Todas las Navidades reunidos mis padres y hermanos. No teníamos dinero para comprar turrón, mi madre traía higos y castañas, las mezclábamos y decíamos que era el turrón de los pobres. Lo felices que éramos todos juntos en aquellas celebraciones sin tener dinero». Pilar cuenta con una cabeza privilegiada, una vida profesional intensa y una mente inquieta que todavía cultiva sin descanso, pero la imagen de los seis hermanos festejando la Navidad y comiendo aquel turrón 'de pega' inventado por su madre «es lo único que quiero que no se me borre de la memoria».

La Primera Comunión

            Coincide con su compañera de habitación, Dominga Rodríguez, de 87 años, -'Pili y Mili' las llaman en Santa Teresita- en que el Banco de Recuerdos es una fórmula inmejorable para revivir los buenos momentos, «porque los golpes duros de la vida es mejor no recordarlos». La que habla ahora es Dominga y, para ella, no hay nada comparable a la satisfacción que le proporciona rememorar la venida al mundo de sus tres hijos y, sobre todo, el día de la Primera Comunión de los dos que lograron sobrevivir. «Soy muy creyente y entonces sentí una emoción intensísima que me gustaría tener siempre presente», aclara.

            El nacimiento de los hijos, el primer amor, las bodas y la figura de los abuelos son los temas más recurrentes, entre los veinte mil recuerdos archivados ya en esta despensa del alma, aunque también se han donado muchas anécdotas relacionadas con familiares que tienen o han tenido la enfermedad de Alzheimer.

            «Aquí no vemos la tele», asegura el director de la residencia vallisoletana y, lo cierto, es que a media mañana todos los internos se encuentran 'manos a la obra' trabajando en distintos talleres diseñados según sus necesidades y capacidades. Cándida, Clara y Felisa lo hacen en la misma mesa. La primera padece Párkinson desde hace 14 años y, aunque la enfermedad está muy avanzada y limita mucho su día a día, la cabeza le responde a la perfección, como lo demuestran los acertados resultados en las multiplicaciones preparadas por las terapeutas. «Mi recuerdo es la cara de mi marido cuando vio a nuestro hijo por vez primera en el hospital, tenía una mirada tan dulce, tan dulce, que no he podido ni querido olvidarla». Su esposo, nueve años mayor que ella, irá a verla a la residencia esa misma tarde, como hace todos los días. «Hablamos, cambiamos impresiones y me acompaña mucho; pero aquella mirada, y eso es cierto, nunca se la he vuelto a ver», asegura Cándida.

            Felisa y Clara, las dos con 89 años, tratan de colorear unas láminas, mientras entrelazan anécdotas y emociones y explican con la mirada mucho más que lo que les permiten las palabras. Tienen momentos mejores y peores, dicen las profesionales, pero lo cierto es que no empiezan a relajarse hasta que se les pregunta por su donación al Banco de Recuerdos. Fue el día de sus respectivas bodas; el marido de Felisa iba de marrón; el de Clara, de azul marino, pero los dos estaban «guapísimos» y así es como ellas quieren recordarlos y que se les recuerde. El retorno de aquella imagen a su memoria consigue sacar a flote otras muchas vivencias: Alba de Tormes, el amor, los hijos... y es que no hay nada más gratificante para un veterano de la vida que caer en la cuenta de que todavía es capaz de resucitar los momentos felices.

Foto: Antonio Quintero


No hay comentarios:

Publicar un comentario